jueves, 10 de abril de 2014

Soneto a una nariz


Érase un hombre a una nariz pegado.
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;

era un reloj de sol mal encarado.
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.

Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito,
los doce tribus de narices era;

érase un naricísimo infinito,
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.


De este soneto, dícen que dedicado a su
amigo Góngora, hay una segunda versión,
probable deformación popular de la primera,
que es la siguiente:


Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa;
érase una nariz sayón y escriba;
érase un pez espada muy barbado;

Era un reloj de sol mal encarado.
érase una alquitara pensativa;

érase un elefante boca arriba;
era Ovidio Nasón más naridado.

Érase el espolón de una galera;
érase una pirámide de Egito,
los doce tribus de narices era;

érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
 Francisco de Quevedo